SALMO 2 Triunfo del Mesias Rey

 SALMO 2 Triunfo del Mesias Rey


Triunfo del Mesías Rey 

1∗ ¿Por qué se amotinan las gentes, y las naciones traman vanos proyectos? 

2∗ Se han levantado los reyes de la tierra, y a una se confabulan los príncipes contra Yahvé y contra su Ungido. 

3∗ “Rompamos (dicen) sus coyundas, y arrojemos lejos de nosotros sus ataduras.” 

4El que habita en los cielos ríe, el Señor se burla de ellos. 

5∗ A su tiempo les hablará en su ira, y en su indignación los aterrará: 

6∗ “Pues bien, soy Yo quien he constituido a mi Rey sobre Sión, mi santo monte.” 

7∗ ¡Yo promulgaré ese decreto de Yahvé! Él me ha dicho: “Tú eres mi Hijo, Yo mismo te he engendrado en este día. 

8Pídeme y te daré en herencia las naciones, y en posesión tuya los confines de la tierra, 

9∗ Con cetro de hierro los gobernarás, los harás pedazos como a un vaso de alfarero.” 

10∗ Ahora, pues, oh reyes, comprended, instruíos, vosotros que gobernáis la tierra. 

11Sed siervos de Yahvé con temor y alabadle, temblando, besad sus pies, 

12antes que se irrite y vosotros erréis el camino, pues su ira se encenderá pronto. ¡Dichosos quien haya hecho de Él su refugio!

NOTAS:

∗ 1. El Salmo segundo, correlativo del Salmo 109, aunque carece de epígrafe, ha de atribuirse como éste al Rey Profeta, pues los apóstoles lo citan como vaticinio hecho “por boca de David” (Hechos 4, 25) y así lo ha declarado la Comisión Bíblica (Denz. 2133). Algunos autores se inclinaban a atribuirle una fecha más reciente que la de David, “a causa de la doctrina mesiánica y escatológica muy desarrollada y sumamente precisa”, lo cual lo hace más admirable aún. En efecto, “la aplicación de este Salmo al Mesías es atestiguada, para los judíos, por el Targum, y para los cristianos por Hechos 4, 25 s.; 13, 33; Hebreos 1, 5; 5, 5; Apocalipsis 2, 27; 19, 15 y la tradición unánime de los intérpretes. Contestar el valor de este Salmo mesiánico sería desconocer la muy antigua realidad histórica de la esperanza del Mesías entre los Hebreos” (Desnoyers). Véase también Romanos 1, 4; Apocalipsis 12, 5. Lagrange lo llama “el Salmo mesiánico por excelencia”. 

∗ 2. Se confabulan los príncipes: Gramática concuerda este pasaje con Apocalipsis 19, 19. Su Ungido: palabra que dio lugar en hebreo a “Mesías” y en griego a “Cristo” (Jristós). Aquí se refiere, por encima de David -quien como rey era también ungido- al “Ungido” por excelencia, Cristo Jesús. Muchos siglos antes de Él se anuncia en este “oráculo profético” la conjuración que si bien se inició en Israel contra el cetro de Jesús (Lucas 1, 32 s.; Juan 19, 15 s.; cf. Mateo 11, 12; Lucas 16,16; 19, 14), ha continuado desde entonces contra sus discípulos, y sólo en los últimos tiempos -a los cuales parece estar próximo el mundo de hoy- asumirá plenamente la forma aquí anunciada: la apostasía de las naciones (cf. Salmo 47, 5; Ezequiel 38 y 39; Lucas 18, 8; II Tesalonicenses 2, 3 ss. y notas) en vísperas del triunfo definitivo del divino Rey que al final de este Salmo nos promete. 

∗ 3. Denuncia el pensamiento de los enemigos que se estimulan unos a otros con palabras jactanciosas. Cf. Jeremías 2, 20; 5, 5; Mateo 12, 14; Lucas 19, 14; Juan 11, 47 ss. y especialmente Hechos de los Apóstoles 4, 25-28, donde se mencionan en el complot, junto a Israel, a Herodes (idumeo) y a Pilatos (romano). 

∗ 5. “Los versículos 5 y 12 se refieren al gran día de Yahvé tan frecuentemente anunciado por los profetas y que revela en su lejano misterio la primera y la segunda venida del Mesías, más o menos confundidas en una misma perspectiva” (Calès). Cf. S 117, 24 y nota. 

∗ 6. Llegado el momento previsto en el Salmo 109, 2 ss. el Padre lanzará este anuncio como un “quos ego” y en respuesta a la rebeldía de los poderosos. Cf. Salmo 44, 5 ss.; 71, 2, etc. Según los LXX y la Vulgata, que algunos prefieren aquí al Texto Masorético, es el mismo Mesías quien habla aquí −y quizá en todo el Salmo− anunciando a su favor el “decreto divino” que detallará en versículos 7-9. 

∗ 7. El Mesías publica el Decreto paterno. Lagrange ve en él “la nueva era de inocencia y de justicia en Jerusalén, estándole sujetas las naciones extranjeras”. Calès ve lo mismo “implícitamente o por modo de consecuencia” (Cf. Hebreos 1, 5; 5, 5 y notas). Yo mismo te he engendrado en este día. Desmoyers observa que “las palabras en este día parecen mostrar que el Salmo se refiere, en sentido literal, a un rey que el día de su entronización es hecho hijo de Yahvé”. En realidad se trata del día que el Padre sienta a su diestra al Mesías resucitado (Salmo 109, 1 ss.; Romanos 1, 4; Hebreos 1, 5; 5, 5 y notas). Igual aplicación hace Le Hir, y Bossuet expresa que esta glorificación como Hijo de Dios otorgada al Mesías es “una consecuencia natural y como una extensión de su generación eterna” (sobre ésta véase Salmos 92, 2; 109, 3 y notas). Es en efecto lo que Jesús esperaba del Padre al pedirle para su Humanidad Santísima “aquella gloria que en Ti mismo tuve antes que el mundo existiese” (Juan 17, 5). Maravilloso don que Él quiere también para nosotros (Juan 17, 22 s.) y que disfruta ya como Sacerdote para siempre (Salmo 109, 4) esperando que el Padre le ponga sus enemigos a sus pies (versículo 9; cf. Marcos 16, 11; Hebreos 10, 13). Sobre esta filiación divina del Mesías glorificado, cf. Salmo 88, 27. 

∗ 9. Cf. Salmos 44, 5-7; 109, 2 y 5 s.; Hebreos 1, 8; Apocalipsis 2, 27; 12, 5; 19, 5; Daniel (capítulo 2) expresa este mismo triunfo de Cristo sobre sus enemigos, en la célebre profecía de la estatua quebrantada por la piedra. Isaías (63, 1-6) lo expresa en la alegoría del lagar en el que la sangre de los enemigos salpica los vestidos del Vencedor, repetida en Apocalipsis 19, 5. Cf. también Isaías 11, 4 y 61,

Tomado de la Biblia de Straubinger





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